Cuando llegué a Ottawa, estaba recién casado. Nisha y yo acabábamos de licenciarnos en la Universidad de Trent, ella de Toronto y yo de Francia. Queríamos estar cerca de Quebec y Montreal, así que elegimos Ottawa para vivir.
Aún recuerdo lo amable y acogedora que fue la gente cuando llegamos. En aquella época, los dos éramos vegetarianos y no siempre era fácil encontrar restaurantes que se adaptaran a nuestras necesidades. Sin embargo, los cocineros de toda la ciudad se desvivían por adaptar sus menús. Ese tipo de amabilidad se me ha quedado grabado, y es una de las razones por las que Ottawa siempre me ha parecido algo más que una ciudad.

Ahora, 23 años después, muchas cosas han cambiado, pero ese sentimiento de comunidad permanece. Nuestras dos hijas nacieron aquí, y cada vez que volvemos a nuestro estudio fotográfico de estudio fotográfico de Ottawaes como volver a casa. Para ser una ciudad de más de un millón de habitantes, Ottawa sigue pareciendo un pueblo.
Esta semana ha sido especialmente significativa. Una familia que conocemos de la iglesia vino para una sesión de retratos. La madre se enfrenta a graves problemas de salud y querían capturar un momento de unión, una celebración visual de su vínculo.
Momentos como estos me recuerdan por qué me encanta hacer retratos. Son más que fotografías; son reliquias de conexión, presencia y amor.
Nisha, mi maravillosa esposa y compañera tanto en la vida como en el trabajo, me dice a menudo que tengo un don, especialmente con los niños, los adolescentes e incluso los que sufren autismo. Ella ve cómo conecto y cómo esa confianza se transforma en imágenes duraderas. Es un gran elogio y no me lo tomo a la ligera.
Ottawa nos ha dado tanto: comunidad, amistad y el privilegio de fotografiar a familias en sus capítulos más importantes. Volver aquí siempre me recuerda que retrato familiar no se trata sólo de luces y sombras, sino de pertenencia.
Puedes reservar tu sesión de retrato aquí o ponerte en contacto con nosotros aquí - nos encantaría conocerte.